Las navegaciones y el mercantilismo
1.500 d. C. LAS NAVEGACIONES Y EL MERCANTILISMO
EL NUEVO MUNDO ENTRA EN ESCENAVeintiocho años después del descubrimiento de América por Cristóbal Colón, se enviaron los primeros plantones de olivo hacia el nuevo Mundo. A mediados de los años 1500, Argentina, Chile, California y Perú ya poseían plantaciones de olivos, provenientes de México, donde se plantaron inicialmente.
EL ACEITE COMIENZA A SALIR DEL CAMPO
Entre los siglos XV y XVI, las ciudades de Luca, Siena y Florencia, en Italia, inician el cultivo más significativo de olivos. Se dice que las familias con ingresos garantizados pasaron a tener en sus propias tierras, una pequeña plantación de olivos, de forma a garantizar el consumo doméstico. No sería extraño que algunas de estas familias hayan evolucionado de una producción doméstica hacia una plantación más intensa, generando excedentes y llegando a una fase de generación de ingresos.
Durante la Edad Media, el aceite era utilizado como componente del jabón, en la fabricación de tejidos, producción de aceites de rosa, violeta y laurel, en la iluminación de los templos religiosos, trabajos litúrgicos y por fin, como ya nos referimos anteriormente, de forma bastante inconstante, en la alimentación. La grasa animal y los diversos aceites vegetales eran siempre más utilizados que el aceite de oliva, una vez que este era considerado una grasa menos noble que las demás. Por otro lado, los judíos y los moros siempre dieron preferencia al aceite de oliva en sus recetas.
Aunque, según Leo Hubermam, de los 22 millones de campesinos existentes en Francia alrededor de 1700, sólo un millón eran de siervos, en el sentido antiguo. Los otros se habían elevado en el escalafón, desde la servidumbre hasta la libertad completa. A los pocos los campesinos propietarios fueron adquiriendo el derecho de comprar y vender sin restricciones, reglamentos o contenciones. El capitalismo ganaba contornos definitivos y ofrecía las condiciones para la explotación irrestricta de la tierra. Se introdujeron mejoras en la agricultura de tal forma que el viejo y obsoleto sistema de tres campos, donde un permanecía en reposo, fue abolido, significando una verdadera revolución agrícola. El resultado se materializó en la oferta de más productos, más variedades de productos y productos más saludables. Una alimentación más rica y nutritiva estaba siendo ofrecida para el hombre. Sin embargo, cabe la pregunta: ¿en dónde se inserta el aceite de oliva, en medio a toda esta revolución?
Algunos hechos pueden resumir las implicaciones del final de la Edad Media para la cultura del aceite: la incesante demanda de alimentos, el fin del sistema feudal, la ocupación de tierras hasta entonces relegadas al abandono, el desarrollo del mercantilismo, la revolución industrial y, finalmente, el inexorable avance de las investigaciones cientíicas que, poco a poco iniciaba el proceso de comprobación de los beneficios orgánicos ofrecidos hace milenios por el aceite de oliva. Después de todos los altos y bajos ocurridos a lo largo de los siglos, se puede deducir que la agricultura medieval ofreció a la tierra un gran momento de descanso entre la fuerte presión ocurrida durante los períodos púnicos y romanos y la competición desenfrenada que se iniciaría en la modernidad y alcanzaría su punto culminante en los días actuales.
Durante la Edad Media, el aceite era utilizado como componente del jabón, en la fabricación de tejidos, producción de aceites de rosa, violeta y laurel, en la iluminación de los templos religiosos, trabajos litúrgicos y por fin, como ya nos referimos anteriormente, de forma bastante inconstante, en la alimentación. La grasa animal y los diversos aceites vegetales eran siempre más utilizados que el aceite de oliva, una vez que este era considerado una grasa menos noble que las demás. Por otro lado, los judíos y los moros siempre dieron preferencia al aceite de oliva en sus recetas.
Aunque, según Leo Hubermam, de los 22 millones de campesinos existentes en Francia alrededor de 1700, sólo un millón eran de siervos, en el sentido antiguo. Los otros se habían elevado en el escalafón, desde la servidumbre hasta la libertad completa. A los pocos los campesinos propietarios fueron adquiriendo el derecho de comprar y vender sin restricciones, reglamentos o contenciones. El capitalismo ganaba contornos definitivos y ofrecía las condiciones para la explotación irrestricta de la tierra. Se introdujeron mejoras en la agricultura de tal forma que el viejo y obsoleto sistema de tres campos, donde un permanecía en reposo, fue abolido, significando una verdadera revolución agrícola. El resultado se materializó en la oferta de más productos, más variedades de productos y productos más saludables. Una alimentación más rica y nutritiva estaba siendo ofrecida para el hombre. Sin embargo, cabe la pregunta: ¿en dónde se inserta el aceite de oliva, en medio a toda esta revolución?
Algunos hechos pueden resumir las implicaciones del final de la Edad Media para la cultura del aceite: la incesante demanda de alimentos, el fin del sistema feudal, la ocupación de tierras hasta entonces relegadas al abandono, el desarrollo del mercantilismo, la revolución industrial y, finalmente, el inexorable avance de las investigaciones cientíicas que, poco a poco iniciaba el proceso de comprobación de los beneficios orgánicos ofrecidos hace milenios por el aceite de oliva. Después de todos los altos y bajos ocurridos a lo largo de los siglos, se puede deducir que la agricultura medieval ofreció a la tierra un gran momento de descanso entre la fuerte presión ocurrida durante los períodos púnicos y romanos y la competición desenfrenada que se iniciaría en la modernidad y alcanzaría su punto culminante en los días actuales.